lunes, 17 de junio de 2019

¿Existe la foto perfecta?

¿Existe la foto perfecta?




Vuelve a aparecer la polémica de si un fotoperiodista ha retocado la realidad para ajustarla a la que él vea más conveniente. El año pasado el fotógrafo Ara Güler, abrió una nueva polémica con la legendaria fotografía «Muerte de un miliciano» de Robert Capa, la más simbólica de la Guerra Civil española, al afirmar que dicha instantánea no fue obra del célebre fotógrafo, sino de una joven asistente, que fue la que creó una de las imágenes bélicas más icónicas del siglo XX. También se dijo que Capa la preparó y que la muerte fue finjida.


Foto: Robert Capa
Otra historia recorre alrededor de la foto que realizó Joe Rosenthal en la toma de Iwo Jima en la Segunda Guerra Mundial. Se comenta que la foto “real” y su final no fue lo suficientemente impactante como para publicarse. La composición de la foto, la postura de los soldados y una bandera sustancialmente más pequeña que la de la foto que finalmente pasó a la posteridad, no causaban la impresión deseada, de modo que una vez que la lucha culminó y los norteamericanos ya tenían bajo su control la isla, se tomó la determinación de “recrear” la heróica escena.
Así se podría seguir con fotos de la Guerra Civil española, de la llegada del hombre a la Luna y en imágenes ganadoras de premios internacionales que también se han descubierto retoques más allá del brillo y del contraste, la polémica sigue estando servida.
Foto: Joe Rosenthal
Ahora en 2016 le ha tocado al conocido y galardonado Steve McCurry, a través de un artículo en The New York Times: Una foto demasiado perfecta. El diario se hace eco de el trabajo de uno de los fotoperiodistas más célebres de las últimas décadas. ¿Quién no recuerda la celebérrima foto de La niña afgana y que fue portada de la revista National Geographic en 1985? La veracidad de esta instantánea está ahora puesta en duda después del análisis que ha realizado el periódico estadounidense y que revela un abuso del Photoshop en varias de sus fotografías. Borrar una bolsa de plástico, hacer desaparecer a una persona que estropea el encuadre e incluso oscurecer ciertas zonas de la imagen para aportar más dramatismo son algunas de los retoques detectados.
El fotógrafo se defiende aludiendo a su faceta de contador de historias y no de fotopoeriodista, ya que este lo que hace es informar a través de las imágenes. Lo que está claro que le quita valor al momento de captar esa imagen, al azar y a lo esporádico que narra un momento de la vida concreto. Como decía Cartier-Bresson se es “testigo de lo efímero. Un fotógrafo no tiene que correr, sino caminar infatigablemente, entonces podrá captar lo que ofrecen las aceras, la esquina de la calle, en definitiva, la vida”, y que con la pausa del laboratorio y más aún del ordenador dicha narración se desvirtua, porque la realidad es la que es y si está una bolsa volando en ese momento ¿por qué quitarla? Otro enfoque es el realizar un proyecto documental, contar una narración visual en la que puede haber elementos que distraigan la atención de lo que realmente importa y se quiera transmitir.
Pero esto no es una nueva “técnica” que se utiliza en la fotografía contemporánea. Esa búsqueda de la “foto perfecta” ya se estaba realizando en los orígenes de la fotografía y en concreto fue Mathew Brady (1823-1896, Nueva York). Su fama como retratista lo encumbró como fotógrafo y en 1850 publicó una serie de retratos de escritores como Edgar Allan Poe, Walt Whitman, Mark Twain; políticos como Abraham Lincoln, etc. Pero en lo que fue un verdadero pionero fue en “manipular” situaciones a favor de su interés fotográfico. Tomó las primeras imágenes “documentales” en los campos de batalla de la Guerra de Secesión, conflicto significativo en la historia de los Estados Unidos de América que tuvo lugar entre 1861 y 1865.
Foto: Mathew Brady
Brady se esforzó por documentar la Guerra Civil estadounidense con un gran equipo fotográfico, por lo que invirtió una gran suma de dinero, contrató a más de 20 fotógrafos para que recorrieran todo el país. Generalmente, Brady se encontraba en Washington D.C. organizando todo. En 1863, realizó una exhibición de fotografías de la Batalla de Antietam, en su galería de Nueva York, titulada “La muerte de Antietam”. Muchas de las imágenes de esa galería eran fotografías de cadáveres, siendo la primera vez que se mostraba la realidad de la guerra de primera mano. Pero era una realidad falseada por parte de los ayudantes de Brady. “Los americanos creían por entonces que la cámara no podía mentir. En eso se equivocaban; los ayudantes de Brady solían arrastrar los cadáveres por el suelo disponiéndolos a su gusto para aumentar su patetismo y mejorar la composición visual. Ya desde el nacimiento de esta técnica o arte, muchos fotógrafos “documentalistas” fueron vagamente conscientes de que su tarea era ambigua, de que la mejor manera de reflejar especularmente una realidad era trastocarla, adaptándola a una imaginería legible: efectista e impactante, o no, esto dependía de las intenciones de los editores.
El también fotoperiodista Jacob A. Riis (1849-1950), danés y emigrado a Estados Unidos en 1870, célebre por emplear su talento como fotógrafo y periodista para ayudar a los inmigrantes empobrecidos del Lower East Side neoyorquino, quienes fueron los principales sujetos de sus obras, contribuyó a la erradicación de las casas de vecindad insalubres de los barrios marginales del sur de Manhattan en las que la población malvivía hacinada, apostando en su lugar por la construcción de viviendas modelo. Fue el primer periodista en Estados Unidos en emplear el flash de magnesio, lo que le permitió captar fotografias de la vida nocturna de los suburbios, que publicó junto a sus artículos de prensa y libros. Como inmigrante sin techo en sus comienzos en tierras norteamericanas, conoció de primera mano las insalubres condiciones de los asilos policiales, que más tarde denunciaría en sus obras. En 1890 publicó su primer libro Cómo vive la otra mitad, que se convirtió en un éxito de ventas y en una obra de referencia en la historia social norteamericana. Por vez primera en la historia del documentalismo social, gracias al incipiente proceso tecnológico de los semitonos (halftones), se incluían imágenes con apariencia fotográfica que ilustraban el texto, además de los estandarizados grabados de rigor.
Contarro del Bandido de Jacob Riis, 1888, publicada en Cómo vive la otra mitad. Esta foto fue tomada en la Calle Mulberry, junto con su grupo de colaboradores Richard H. Lawrence y Henry G. Piffard, entonces considerada un hervidero del crimen en Nueva York
Creo que a la hora de interpretar la composición de una imagen es muy complicado demostrar si realmente pasó lo primero de la imagen capturada o fue recreada para un mayor dramatismo en su configuración, eso solo lo puuede contar el propio autor, pero si hay hechos demostrados como es el retoque de una imagen ahí el hecho se convierte en objetivo deformando la credibilidad el fotoperiodista, que no debe desvirtuar un momento noticiable. Como dice la gran fotoperiodista Juanita Biarnés “el fotoperiodista dispara desde el alma”.

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