Resisten, el riesgo es su medio de vida, pasan tiempo lejos de su
familia: los hombres y mujeres de la pesca ya estaban curtidos en
heroísmo antes del COVID-19 y por ello saben bien que la pandemia va a
ser una prueba dura.
“Pescado fresco no va a faltar. Pero pedimos sensibilidad”, asegura la
armadora almeriense Ángeles Cayuela, para describir la inquietud en la
flota, con pesqueros que continúan con normalidad y otros que pararon o
proyectan parar por las circunstancias.
Cayuela, propietaria de un barco arrastrero tripulado por familiares,
cuenta que el ambiente en la lonja de Almería es inédito, con policías
escoltándoles y “la odisea de encontrar mascarillas, porque guantes ya
teníamos”.
La flota española -8.972 buques- ha vivido muchos sobresaltos económicos
y conoce el riesgo laboral, pero una pandemia es otra cosa, asegura.
“Hemos pasado por todo: una reconversión fortísima, la vuelta de
Marruecos, desguaces… pero esto tiene un cariz distinto. Luego vuelves a
casa y dices ¡Dios mío!, que no me haya contagiado”.
La visita de compradores a los puertos cae, la paralización del turismo y
el cierre de los bares se notan en el descenso de los precios, señala
Gabriel (Vielo) Jiménez, pescador de Agaete (Las Palmas) y presidente de
la Federación Provincial de Cofradías.
En el litoral Atlántico y el Mediterráneo han notado esta semana que si
Madrid y Barcelona están cerradas, las cotizaciones pesqueras quedan
“por los suelos”.
En Canarias, los navíos intentaron faenar normalmente, parando por los
temporales, pero bajaron las subastas y los puertos están “desiertos”,
según Jiménez.
Por ello, precisa que se ha dedicado a “calar las nasas”, es decir echar
al mar unas trampas en las que entran los peces (que llegan vivos a
puerto), pero sin levantarlas con las capturas.
En tierra, los pescadores arreglan los aparejos, guardando metros de distancia entre unos y otros.
“Si esto se prolonga mucho tiempo no nos recuperamos en años”, añade.
Por el contrario, han aumentado los pedidos por internet, al menos para
la tienda de la organización de productores de la lonja de Almería,
Delbarcoalamesa; pero eso no absorbe la oferta, según Cayuela.
En esta provincia andaluza, un 60 % de los barcos han decidido seguir
faenando, según la armadora, que mantiene una comunicación frenética por
WhatsApp con otros puntos de Andalucía y comenta los interrogantes
sobre las medidas gubernamentales.
El Gobierno establece que los pescadores deben seguir realizando las
labores para garantizar que continúa la actividad, pese al estado de
alarma.
Pero las asociaciones de pescadores y cofradías no tienen claro que sea
posible alegar razones de “fuerza mayor” si un buque deja de operar por
no garantizar condiciones de seguridad frente al COVID-19; esto
repercute en que pueda beneficiarse o no de las actuaciones anunciadas
por el Ejecutivo para empresas y trabajadores.
Cayuela confía en que se solucionen estas dudas, porque muchos barcos
pequeños, dice, no tienen espacio para que varias personas se ubiquen
sin riesgo de contagio.
Sacando el lado positivo, defiende la conexión intensificada con otros
puertos -sobre todo con armadoras y patronas- y el refuerzo de la
hermandad que ha generado el coronavirus; ahora pide que los
consumidores apuesten por el producto local fresco.
Los pescadores apelan también a la responsabilidad ciudadana como solución.
Desde las Malvinas, José Luis, capitán del buque Lodairo ha
protagonizado un vídeo, difundido en gallego por redes sociales, en el
que pide a la sociedad que copie a los tripulantes de alta mar en el
confinamiento y en guardar la calma.
“Seamos todos un poco mariñeiros”, aconsejaba. En definitiva, ser héroes por unos días. Como ellos.
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